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Las mentiras de la crisis


Las mentiras de la crisis: “Era imprescindible bajar el sueldo a los funcionarios”

Cuando los gobiernos de Zapatero y Rajoy bajaron el sueldo de los empleados públicos dijeron que era absolutamente imprescindible.
Pero, imprescindible, ¿para qué? Para salir de la crisis desde luego que no.
Los cubanos tienen una frase que describe muy bien el funcionamiento de la economía de la isla bajo la tiranía castrista: “Nosotros hacemos como que trabajamos y ellos hacen como que nos pagan”.
Un país no puede funcionar bien con empleados públicos mal pagados. Y tampoco puede funcionar bien con un número excesivo de empleados públicos.
Los empleados públicos españoles no tienen sueldos altos. El problema es que hay un número muy alto de empleados públicos, porque a todos los que son imprescindibles para el buen funcionamiento del país llevan décadas sumándose todo tipo de enchufados (primos, hijos, hermanos, amantes, novios, novias, amigos, amigas, cuñados, etc) que no hacen más que llevarse un sueldo a cambio de no hacer nada.
Con estas bajadas de sueldo por igual a todos los empleados públicos se ha tratado de la misma forma a los miembros de la Guardia Civil o la Policía Nacional, por ejemplo, que a los liberados sindicales que llevan décadas sin pegar un palo al agua o a todos esos miles y miles de enchufados que no saben hacer la O con un canuto y no aportan nada positivo a la sociedad. Esto supone una aberración evidente, porque no se puede bajar el sueldo de las personas que realmente trabajan y cumplen funciones abolutamente imprescindibles para el funcionamiento del país para seguir pagando un sueldo a todos los que viven sin trabajar a costa del sufrimiento de los demás.
Los ahorros que se han conseguido bajando el sueldo a los funcionarios han sido de unos 2.400 millones de euros en 2010, unos 4.800 millones de euros en 2011 y unos 4.000 millones de euros em 2012.
Según diversos estudios, sólo con la eliminación por fusión de la mayor parte de los ayuntamientos españoles, la eliminación de las diputaciones y las mejoras en la gestión de las comunidades autónomas (manteniendo sus actuales competencias) de forma que todas se gestionaran como las más eficientes de ellas en la actualidad (es decir, no con una gestión ideal, sino como las menos malas de ellas en la actualidad) se conseguirían unos ahorros anuales de unos 40.000 millones de euros. Se puede, y se debe, ahorrar de muchos más sitios en los que ahora se está despilfarrando el dinero de los ciudadanos de forma inmoral e indecente, este es sólo un ejemplo entre muchos.
¿Para qué era imprescindible bajar el sueldo a los funcionarios?
No para salir de la crisis, sino para mantener intacto el nivel de vida de la casta política.
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Las mentiras de la crisis: “Los mercados atacan a España, y por eso sube la prima de riesgo”

La evolución de la prima de riesgo entre dos países es el resultado de las decisiones de millones de inversores a lo largo y ancho del mundo. La prima de riesgo varía constantemente, a medida que esos millones de inversores varían su opinión.
Cada vez que una persona decide comprar o vender un bono de España, su decisión afecta a la prima de riesgo de España respecto a Alemania (que ha sido la referencia utilizada en esta crisis).
Y cada vez que una persona decide no comprar un bono de España también está influenciando la prima de riesgo, aunque no sea consciente de ello. Porque todo el que decide no comprar bonos españoles, o ni siquiera se para a pensar sobre ello, actúa así porque ha encontrado mejores destinos para su dinero. Es decir, la rentabilidad del bono español no le parece lo suficientemente alta como para correr el riesgo de prestar su dinero a las administraciones públicas españolas.
Lógicamente, cuanto menos fiables sean las administraciones públicas españolas, menos gente querrá prestarles su dinero.
Pero eso no es “atacar a España”, sino proteger los propios ahorros.
A medida que durante esta crisis las administraciones públicas iban aumentando sus gastos y emitiendo más deuda pública, menos personas estaban dispuestas a prestarles su dinero. Y los que se lo prestaban, lógicamente pedían un interés cada mayor, para compensar el creciente riesgo de impago causado por el aumento del gasto público.
Por tanto, los que atacaban a España no eran los inversores (incluidos pensionistas, viudas, parados, etc) que querían proteger sus ahorros, sino los políticos que en lugar de reducir el gasto público lo aumentaban, y en lugar de reducir el volumen de deuda pública no hacían más que incrementar constantemente el volumen de deuda emitida por las administraciones públicas españolas.
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Las mentiras de la crisis: “Lo más importante es reducir el déficit público”

El déficit público es la diferencia entre los ingresos y los gastos de todas las administraciones públicas.
Si los ingresos de las administraciones públicas son inferiores a sus gastos, se produce déficit público. Y si los ingresos son superiores a los gastos, hay superávit público.
El déficit público no debe reducirse, sino eliminarse. Porque si sólo se reduce, la situación continúa agravándose.
Una empresa puede perder dinero algún año y ser viable. Lo que no puede hacer es perder dinero todos los años, de forma indefinida, aunque vaya perdiendo cada año un poco menos. Porque las deudas se van acumulando, aunque las de cada año sean inferiores a las del año anterior, y antes o después la empresa llega a la quiebra.
Si el déficit público se reduce, pero no se elimina, la deuda pública continuará aumentando. Porque ese déficit público alguien lo tiene que pagar, y ese alguien son los ciudadanos emitiendo deuda, y pagando en el futuro no sólo el déficit presente, sino también los intereses de esa nueva deuda pública emitida.
Pero un déficit público se puede eliminar de dos formas. Una es reduciendo los gastos públicos y otra subiendo los impuestos.
Evidentemente son formas opuestas de actuar. La correcta habría sido desplomar el gasto público y bajar los impuestos tan pronto como lo hubieran permitido los compromisos de pago de las administraciones públicas, que cada vez deberían ser menores.
Se ha elegido la forma equivocada, que es mantener el gasto público, incluso aumentarlo, y subir aún más los impuestos, quitando a los ciudadanos aún más dinero del que ya se les estaba quitando. Esto, lógicamente, genera pobreza y dificulta la resolución del problema.
Por tanto, el déficit público no debe reducirse, sino eliminarse. Pero ni siquiera la eliminación del déficit público, en sí misma, es lo más importante, porque si eso se consigue a base de quitar aún más dinero a la población, la situación de esta empeorará.
Lo más importante es reducir de forma drástica y permanente el gasto público, y eso tendrá como consecuencia la eliminación del déficit público y bajadas cada vez mayores de impuestos.
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Las mentiras de la crisis: “Hay que reactivar el crédito para salir de la crisis”

En la gestación de esta crisis España ha acumulado un gran volumen de deuda, tanto pública como privada.
No se va a salir de esta situación dando más créditos y dejando todo lo demás igual.
Es cierto que lo ideal es que a los buenos proyectos no les falte financiación, porque esos buenos proyectos, si llegan a realizarse, crearán empleo y riqueza, y eso facilitará el pago de las deudas previas, etc.
Pero esa financiación a los buenos proyectos debe compatibilizarse con la reducción del volumen total de deuda, no con un aumento de ese volumen total de deuda.
Hay deudas buena y deudas malas. Las buenas son las que hacen más rico al que las contrae (por la rentabilidad que obtiene al dinero prestado, superior a lo que le cuesta dicho préstamo), y las malas son aquellas que hacen más pobre al que se endeuda.
En España hay muchas deudas malas, destacando la deuda de todas las administraciones públicas y la del sector inmobiliario. Y un problema de deuda mala no se soluciona con más deuda mala. La deuda mala debe reducirse lo más rápidamente posible, y con los menores perjuicios posibles para el conjunto de la economía.
La deuda mala de las administraciones públicas debe rebajarse, hasta eliminarse, con un fuerte recorte del gasto público.
Y la deuda mala del sector inmobiliario debe reducirse asumiendo las pérdidas aquellos que se hayan equivocado al endeudarse. Aunque, por desgracia, la mayor parte de esta deuda mala también es pública, ya que los mayores errores en el sector inmobiliario español los cometieron las cajas de ahorros, entidades públicas con elevados niveles de corrupción
De esta crisis se saldrá reduciendo el volumen total de deuda, no manteniéndolo, y mucho menos aumentándolo.
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Las mentiras de la crisis: “Todos hemos tenido la culpa”

Si todos los españoles hubiésemos actuado mal durante la gestación de la crisis, la situación actual sería inimaginable. Muchísimo peor a la actual, evidentemente, aunque pueda parecer difícil.
Pero, por fortuna, no ha sido así. Muchos millones de españoles actuaron de una forma muy correcta mientras los errores y la corrupción de la casta política iban gestando la actual crisis.
Echar la culpa a todo el mundo busca que todo el mundo se sienta culpable. Lo cual puede parecer una obviedad, pero es muy importante porque facilita atropellos como las descomunales subidas de impuestos realizadas para poder mantener los derroches de la casta política.
No tienen nada que ver, pero nada que ver, los errores que cometa cada uno con su dinero con los errores que se cometan con el dinero ajeno. Con su dinero todo el mundo puede equivocarse todo lo que quiera, porque es él quien lo paga.
Pero cuando se maneja el dinero de los demás hay que ser mucho más cuidadoso que cuando se gestiona el dinero propio. Cosa que, evidentemente, no se cumple en España desde hace décadas.
La culpa de esta crisis la ha tenido sólo una minoría de la población, básicamente la casta política, y por tanto deberían ser ellos los que sufrieran para solucionar los problemas que han creado.
Pero su estrategia, propia de su catadura moral, ha sido precisamente la contraria: machacar a los ciudadanos todo lo que haga falta para no tener que dejar de cometer todo tipo de tropelías con el dinero quitado a esos ciudadanos, que son los que han generado esa riqueza que la casta política ha despilfarrado, o “desvíado”, de forma despiadada.
Es difícil describir con palabras la inmoralidad que supone el hecho de que la casta política pretenda hacer culpable de esta crisis a la población que ha sido víctima de sus ataques.
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